Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


1632
Legislatura: 1898-1899 (Cortes de 1898 a 1899)
Sesión: 25 de abril de 1898
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 6, 103-104
Tema: Crisis ministerial; suspensión de las garantías constitucionales, duración de las sesiones

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Ha planteado el Sr. Romero Robledo tres cuestiones en las indicaciones que acaba de hacer, y las ha planteado sólo fundándose en el rumor público, en el se dice. No me parece que son los momentos muy a propósito para suscitar cuestiones sólo por lo que se dice; pero, en fin, está S. S. en su derecho, y no tengo nada que decir.

La primera cuestión que S.S. ha planteado es la de la crisis, y a esa observación de S.S. he contestado de una manera terminante y explícita: no hay crisis. El Gobierno sigue perfectamente unido y unánime absolutamente en todas las cuestiones que hasta ahora ha tratado, y espero que siga unánime y unido en todas las que haya de tratar en lo sucesivo.

Porque, Sres. Diputados, si estallado el conflicto, ahora más que nunca necesita el pueblo serenidad en el ánimo, unidad en el pensamiento y apoyo a los poderes públicos, ¿cómo no ha de haber esa unidad en el pensamiento del Gobierno? No; no cabe división alguna; ni la hay ni la habrá. El Gobierno, pues, no está en crisis.

Ha planteado en seguida S. S. otra cuestión importantísima, la de la suspensión de las garantías constitucionales. También la ha planteado por un se dice. ¡Se dice!. Yo no sé dónde ha oído S. S. que el gobierno piensa plantear la suspensión de garantías constitucionales. El Gobierno no ha pensado nada de eso; el Gobierno lo que hace es prepararse para todas las eventualidades y armarse de todas armas, y declaro con la franqueza que me es propia, que si creyera que ese arma era necesaria, la utilizaría con el valor que necesitan tener los Gobiernos en casos semejantes. ¿Es que ese caso no llega? Pues no se suspenderán las garantías constitucionales; pero si ese arma fuera necesaria, como cualquiera otra, no dejaría de emplearla el Gobierno por escrúpulos de legalidad ante un enemigo como el que nos ataca y pretende deshonrarnos. (Aplausos).

Ni el Gobierno ni la Nación española podían transigir con las pretensiones de otra Nación de intervenir en nuestros asuntos y en nuestro propio territorio, y menos podía transigir con la ignominia de que se retiraran nuestros ejércitos y nuestra escuadra del territorio y de las aguas de Cuba. (Grandes aplausos). Pero como si eso no fuera bastante, como si no bastara esa exigencia imposible, han pretendido ofendernos con una calumnia infame (Aplausos), y que, como he dicho en otra parte, si por lo increíble y absurda no nos puede ofender, no puede menos de llenar nuestros corazones de santa indignación ante la vileza de quienes han tenido el atrevimiento de lanzarla como motivo de agresión para disputarnos nuestros derechos y para arrebatarnos nuestra indiscutible soberanía. (Grandes y prolongados aplausos.) Pero todavía no bastaba esto, Sres. Diputados y el Senado norteamericano ha concretado la calumnia; es verdad que el Senado norteamericano ha hecho y dicho cosas que no se ha atrevido a decir ninguna asamblea compuesta de personas que en algo se estimen (Grandes aplausos); ha concretado la calumnia atribuyendo esa infamia, Sres. Diputados, nada menos que a los oficiales de nuestra marina, en cuyo nombre he protestado también, y quiero volver a protestar aquí con la mayor indignación de tanta [103] villanía, que yo arrojo a la frente (Grandes y prolongados aplausos) de los que juzgando por sí a los demás, les suponen capaces de cometer maldades que sólo ellos en su caso cometerían. (Aumentan los aplausos.)

A pesar de nuestros esfuerzos, a pesar de nuestros sacrificios, a pesar de las amarguras que en silencio hemos devorado, la guerra se ha hecho inevitable. No podíamos ya sufrir tanta afrenta: la Nación española puede ser vencida, pero jamás impunemente afrentada. (Aplausos entusiastas.)

A la guerra, pues, vamos; y vamos con la conciencia tranquila, vamos sin ruido y sin arrogancias, pero decididos a cumplir con el deber que el patriotismo nos impone, sin vacilación y sin temores, y mucho menos con pánico ninguno. (Grandes aplausos.)

Pero, para eso, necesitamos todos los medios que se crean precisos y que las circunstancias exijan; todos, todos, todos, pues el Gobierno no vacilará en emplear los que sean necesarios.

No ha pensado el Gobierno, ni ha tenido por qué pensar, sobre la época en que han de suspenderse las sesiones. Las Cortes se han reunido, el Gobierno ha anticipado su reunión porque lo ha creído patriótico, porque ha creído que en las Cortes encontraría los alientos y la fuerza que necesita para combatir a los enemigos de la Patria, y no se ha ocupado demás. ¿Cuándo se suspenderán las sesiones de Cortes?. Cuando sea oportuno; pero durarán todo el tiempo que sea necesario. Sólo en el caso en que las condiciones de la guerra obliguen al Poder ejecutivo a dedicar toda su atención y a dirigir todos sus esfuerzos exclusivamente a las urgentes necesidades de la defensa, será cuando el Poder legislativo, por patriotismo, suspenda sus tareas para hacer más desahogadas y más fáciles las del Poder ejecutivo (¡Muy bien, muy bien!), a fin de poder responder con la mayor energía, con la mayor eficacia, con la eficacia que demande el patriotismo, a la guerra con la guerra. Y no tengo más que decir. (Prolongados aplausos).



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL